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Imagen: Angélica Blanco ©
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Después de tronar los dedos, comenzó mi historia.
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Leyendo a las 5:00 pm. en la biblioteca de nata, en la tercera línea del tercer párrafo, una luna doblando la esquina, con forma de vagina, me dio espacio para un vaso más, en la cesta de frutas, manzanas, uvas y papayas frescas, creyeron seducirme más y más. Pero la luna vagina, lo sabía, no podía ocultarlo, luna vagina, sácame de aquí, le dije, quiero adentrarme en tu placer, mar de leche blanca, mamá no quiso que tomara, me la untó en la barriga y después se echó a reír. Luna vagina, yo te canto en las noches, y mis dedos hacen una fogata para elevarte, ala, va, va, ala va, va, la vaca, que no quería que bebiera su leche, a la loba se le secaron las tetas. Luna vagina sácame de aquí. Cuando de pronto mis palabras ya no salían más de mis manos, se las había comido el miedo, hojeaba y hojeaba. Desaparecieron. ¿En dónde quedo, LUNA VAGINA?
A las 5:50 pm. la anciana de la estantería se había robado un perro y luego se largó en un caballo apuesto con bombín y zapatos muy lustrados. Me sentía solo, sin vigilancia, más no había más ancianos, ni cámaras tampoco, me quite mi ropa, con las nalgas al aire corrí, a través de aquella alfombra de terciopelo rojo. Mi playera voló y se metió en una escalera, se había atorado, yo no quería extrañarla, la bajé con cuidado, mira la foto que cayó de la caja de cigarros. Era una niña desnuda en un mar de chocolate, mis bolitas habían cumplido 12 años. Dejé los 23 atrás y me batí de chocolate, buscando a la niña color melón, entre el mar cocoa que me llegaba al ombligo, la busqué y la busqué y cuando volteé, mi verguita se había topado con las achocolatadas nalguitas de oro de la niña color melón. Las movía suavecito y me entusiasmaba más y más; se levantó y tomó mis manos, las metió en la falda de mi prima. Yo le ensuciaba su tanga, con chocolate, su lengua, buscaba la mía en mi boca, bajaba por la garganta hasta que tropezó, azotó en la alfombra de terciopelo rojo. Ay, Dios, ¿dónde estoy?, me dije, ¿dónde quedó la foto de la niña color melón?
Las 6:00 pm. y no estabas tú, me asomaba por debajo de las estanterías llenas de libros cafés, buscaba mi foto, que me regaló luna vagina; vagina me enamorabas tú, cada vez me desolabas más aún, más aún metía la mano por debajo de los pisos de los libros de bosque pino, pino, pino y tocaba la mano blanca de una extraña, ser femenino, me asuste, no puede haber nadie más aquí, me dije. Miré por el espacio entre dos libros de sexo, hombre y mujer, vi los ojos color miel, su piel se derramaba en melón. Tenía una mancha de chocolate delator. Me sonrió, tomó con su dedo el chocolate, lo saboreaba como un gato a un ratón .Toqué sus dedos de energía azul, brincaban como palomitas de maíz, maíz en mi corazón, tic tac, tic tac, tic tac, qué era ese ruido, ella carcajeó, camino me dijo, solo es tu corazón. Me levantó, escuchó mi pecho orozuz, me dijo: estás a punto de morir, tienes un caracol en tu pulmón; déjame escucharlo, tal vez pueda sacarlo, con la percusión de mi dorado tambor, ¡pum pan, pan pum! ¡Mira, se escapa! No es un caracol, es una tarántula peluda. ¡Qué miedo! ¡atrápala, atrápala, atrápala! ¡Dale con el zapato de charol! Caracol araña, araña caracol, ¡dale fuerte, mátala de un pisotón! Jajá. ¡Corre, corre! Se metió en el estrecho de esos dos muebles oscuros, yo le dije. Ella me dijo: calla, sonido no quiero nada, se metió en aquella cereza amarga, calla, calla, va a escuchar que tenemos corazón. Su alteza serenísima, se pone un bigote militar y botas lustradas con almidón. Decreta que te comas tu amor, con un popote verde, y escupas tus pensamientos y llenes tu cabeza de papeles con números sin sabor. Lo odia, mamá gallina, le roba su hijos, no nacidos, les roba sus nombre, se los vende a un maniquí, de la quinta avenida en Nueva York.
A las 7 4 a. 3480910 con un centésimo de la tarde, los libros del tercer librero, junto con los diarios de un libertador, formábamos una junta de consejo. Primero hablaron los libros imaginarios: La lluvia de las locas, La muerte de un huevo, Las Frutas De Don Blas. Dieron puntos muy importantes. Después, el tercer librero detalló, la minuta de la asamblea de huevos duros dictó que aplastáramos la cabeza del dictador. Se rió octubre; decía que esperáramos a diciembre, jajá, yo le dije. La niña color melón gritó entre la mente de todos los presentes: ¡Moriremos de inanición sentimental. Nos cortarán en partes y nos meterán en diferentes lugares. Ya avancemos, dejemos a los niños llorones con su chupón! ¡Adelante, quién me apoya!, y se levantó toda la sesión. Ella fue a convencer a la gallina mamá, que picoteaba sus lágrimas entre el callejón de los librero uno y dos. Niña color melón. Mamá gallina la corrió. La niña color melón le quitó su paliacate. Tomó el palo de su escoba e hizo un estandarte, se reunió con los demás. ¡Vamos, ya es hora!, dijo el libro: Las frutas de Don Blas, y todos corrimos hacia las enciclopedias de un político adinerado. Rompíamos tomo por tomo, 1, 2, 3, Cómo robar dinero con traje de banquero, Cómo perder la fe de tu nacimiento, Dios y otros amigos imaginarios. Tu nombre es sagrado, tuya es la revolución. Luna vagina me habló, los gusanos se querían meter en mis oídos. Luna vagina no me has desamparado. Mandó a las hormigas para devorarlos, yo los golpeé con un vaso. Caían los muebles oscuros, derramando la oscuridad, la negrura de la cereza; habían atrapado a la niña color melón. ¡Nooooo!, grité con el corazón de pronto, la araña que escapó de mi zapato se convirtió en enemigo peligroso, golpeaba a los libros del tercer librero, me había quedado solo, solo, nada, nadie estaba a mi lado. ¡No te tengo miedo, grité!, con mi lengua azul refuté. ¡No te tengo miedo, no te tengo miedo! ¡Si me quieres devorar, hazlo! ¡Qué esperas, qué esperas!, grité con mi estómago, con mis pulmones y mi garganta también. Me devoró hasta los pies, desnudo me nadaba entre un millón de tarántulas negras que caminaban por mi culo y todo mi cuerpo, pero se había ido el temor de morir, se había ido el miedo, me hallaba entre la nada, de la nata de brea. Hallé el estandarte que hizo la niña color melón, lo tomé entre mis manos y lo prendí con el ardor de mi pasión; una antorcha libertaria incendió todo el infinito dolor.
Y aquel fuego mis ojos cegó, mi cuerpo todo se quemó. Pero, antes que mis cenizas se diseminaran por completo, luna vagina imaginó a la niña color melón, ella tomó mi polvo corporal, luna vagina nos fundió, en un orgasmo infinito, mar de leche, ella nos perdió.
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-Eduardo Daniel Remigio Gómez, 2016.